20 noviembre, 2013

Alguna noche te quise.
Te quise fácilmente.
Fácilmente me besaste.
Fui dócil, desprejuiciada.
Me gustabas...tu modo,
tu pedir amable, tu voz...
tu pecho descubierto.
Un tacto cálido, placentero, suave...
Un huequillo tranquilo en tu pecho.

Hubo magia esa noche.
Suspiré. Suspiraste?
Gemimos, seguramente.
Nos quisimos.

Tú dijiste:
-voy a guardar este día en el baúl de recuerdos.-
Yo temí: Mierda! cada vez es mejor!..
Me alegraste el día,
el siguiente...,
después.

Un día lloré.
Me miraron tus ojos,
Tu voz me abrazó enternecida.

Hubo sorpresas.
Un pastel.
-¡Dios, un regalo!-
Yo me estaba enamorando...

Luego te fuiste, como ahora.
Estábamos, pero no estabas.
Entonces me quisiste y me extrañaste.
Por instinto, me olvidé de ti.

Volviste un día en que no te esperaba.
Y fui feliz! Y fuiste lindo.
Desesperé. Di la vuelta.
Y un día un beso inevitable volteó la carta.
Creía que perdía. Y Perdí...

Hoy no estás. Cuento la historia para entretenerme.
Hace un mes que no estás (¡pero estás!)
que no es lo mismo que andar ausente.