Mi congoja es azul que desencanta,
aguas saladas de turbulento oleaje.
A veces grandes gotas grises
de chaparrón pesado,
incontenibles por presas
que protegen campos
de berenjena y fresa.
Otros días son rosas
en un fondo violeta que inunda la casa
de un aroma a nostalgia,
de paseos en pasillos con pasiones de paso
y fotos blanco y negro que destiñen en gris.
Se me llena la boca de corazones rotos,
la garganta se me quiebra como barro
porque ando sin saber como camino.
La pensión me sabe a luto,
me quejo del encierro, de éste claustro.
Apenas siento el viento que marea
echo a correr a prisa.
A poco me acribillan el deseo,
me asesinan el goce, me apuñalan las ganas
pues pienso que estoy sola y tengo miedo
de que al llegar a casa,
envuelto en el cansancio
la pensión se halle vacía, húmeda, fría,
sin aires cotidianos de calma y cariñitos.
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