25 enero, 2011

más reflexiones

a)

Lo que en principio había que admitir es que ella no iba a ser derechohabiente. Ni tampoco iba a dormir temprano. Ni mucho menos podría controlar su hambre ni su curiosidad. Entiéndase entonces que la noche la llenaba de dudas y deseos igualmente oscuros.
¿Qué hacer entonces? ¿Admitir el futuro potencialmente negro y solitario si se decidía a seguir por ese camino de buhardillas, borrachos y gatas mojadas?
¿O meterse a la cama y dormirse calientita con alguien que la cubriera y la abrazara, olvidarse del tiempo con café y cena caliente?
Aspiraba a la vida estable, pero teniéndola se le hacía monótona. Inconforme por definición se enamoraba de las novedades. Como si las personas o las experiencias fueran Best-Seller’s que proporcionaban la dosis de intriga, satisfacción y suspenso que necesitaba, y no…personas.

b)
Ambos eran personas, pero personas distintas. Uno era contradictorio a todas oscuridad (porque no podía decir: “A todas luces”) y el otro, era simplemente un hombre.
-Obsérvese aquí, por medio de las palabras con las que se refiere a ellos, como ambos individuos toman significados distintos: uno se parece más a un concepto. El otro es humano y conocido.-

c)
¿Qué se ama? A la madre, al padre, a la persona…Al ser visible y tangible con el que se convive todos los días. De allí que no puedan amarse las cosas que no se conocen. Sólo pueden anhelarse, admirarse de lejos puesto que no son alcanzables. (Por ende amar y admirar no son lo mismo)
Tal vez en el momento en que la distancia entre la cosa admirada y el ente admirador se reduce, el objeto admirado pierde un poco su valor estético. La distancia es una especie de salvamento, de guarida protectora, de valla defensora y truculenta. La cercanía en cambio posibilita el ataque y desmiente. Ante la lupa de la proximidad somos caducos, feos y hediondos.
Por ello es lógico que se busque la novedad. Que en el fondo es empezar de nuevo el juego de –¡Ceeeerca!......., ¡Lejos!......-
Buscamos de nuevo ese engaño de los sentidos, ese sucio juego de las palabras y lo llamamos --¡Poesía!- , -¡Amor!- cuando en el fondo es mentira, ¡percepción alterada!. ¡Enamoramiento falso, temporal, finito!

c)

¿Falso?.. Bueno, dura poco pero eso no lo hace mentira, sino…ternura transitoria. Que transita, que trans-forma, que tras-pasa. Y todo traspaso es pérdida y todo tras-paso, porque atraviesa o porque deja atrás, duele…

d)
Por eso no me gustan los cambios. Porque implican pérdida. Y dolor. Y novedad…Que ya no es la novedad anhelada, la del juego (¿inofensivo e inocente? ¡O por lo menos rico!) sino la de la vida que se juega sin garantías de devolución, felicidad o sobrevivencia.
Ante la pérdida hay que prepararse, porque el hombre es un animal de costumbres y después de andar vestido, al perder la ropa le da frío. El asunto es que uno nunca sabe cuando vendrá el huracán a tirar el tendedero donde la ropa se seca al sol.
El amor no es fijo ni tampoco la verdad. Por eso no nos gustan los cambios, ni las verdades ni el amor…
Tengo una tendencia a creer-a querer creer- a obstinarme en creer que las verdades son fijas y cuadradas, pero miento como lo hace la retórica y los enamorados.
Las verdades giran en el universo como un espiral. Y nosotros giramos como hoja al viento en medio del huracán, que es también un espiral…

1 comentario:

Marianella Villa dijo...

"ternura transitoria" :) ... me gusta leerte...