04 mayo, 2009

La vieja

La vieja había sido siempre muy sensible, y si algo podía vulnerar a Ella, era su vieja.
Había entrado en la edad en que uno disimula lo que siente frente a sus padres, todo con tal de no preocuparlos. Como si los viejos pudieran no preocuparse.

-Es la ley de la vida: ellos nos cuidan y luego nos dan lata- decía.

En realidad quería mucho a la vieja y aunque no le gustaba aceptarlo, casi siempre terminaba dándole la razón.

Le gustaba que la vieja viniera a verla porque platicaban mucho, aunque a veces detenía lo interesante de las conversaciones para evitar que su madre se deprimiera. Era fácil alegrarla, sólo había que decir –cuéntame lo de ayer- y eso daba pie a que hablara varias horas y sacara con palabras lo que le había hecho daño.

Disfrutaba a su mamá, las dos se consentían con un compartido sentido del deber. Era el único deber que no pesaba. Tal vez así se perdonaban ser tan profesionales en sus asuntos y dejarse plantadas en los cumpleaños.

1 comentario:

Anónimo dijo...

mmmm yo he conocido jovenes y viejos como esa vieja, me agrado los recuerdos