21 octubre, 2009

Eso: que no habla de nada.

Ver el mundo a través de un triángulo rojo:
de un corazón de metal,
de una sombra agujereada.

Crear una ventana de luz,
un territorio en el cielo.

Adentrarse en la maqueta
que uno nombró como "casa":
treparla, darle la vuelta
y descubrir que es un engaño.
Salir por el agujero
que antes se llamó "entrada"

Desdibujar las sonrisas
para hallar picos rosados,
torres que escalan el cielo
y constriñen lo interior.

Es una tierra de extraños,
de fronteras, de faros mal alumbrados,
de puentes que no cruzan sino alejan
de curas que no guían, se retratan.
Rostros que no veo, si veo:
no me dicen nada.

Un dinosaurio me mira,
tan gris como la tristeza
y yo no sé si son mis ojos que miran
o ausencias, serpientes y escaleras.

Me rindo ante este silencio,
me rindo ante el viento distante.
Estoy dentro,
dentro de la atmósfera envolvente,
no escucho nada: soy parte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hay una niebla tibia en donde debería estar el aire, lo inunda todo y lo hace parecer más pesado y extraño, la totalidad de lo que sentimos queda abierta y a expensas de la voluntad, como el faro de una isla sin comunicación...

DianaSa dijo...

a veces la poesía no dice nada...o serán los poetas? ni tan obvio ni tan ambigÚo.