09 agosto, 2010

Historia de un hombre que soñaba

I. Letargo del ausente

El viento corría como fantasma gimiendo, igual que si fuera un enfermo. Repentinos sonidos llegaban de lo lejos, del fondo de los muebles y los aposentos.
Las cosas crujían con su olor a viejo, olor a cabello chamuscado.
Dolor repentino. Ataque de tos, en aumento.
La necesidad de volverse loco y gritar, llorarlo todo en vueltas, en dolorosos golpes.
Su corazón palpitante, mandíbula apretada.
-El silencio me aparta de la tristeza que siento. Deseo...de llorar, de estar Vivo-
-Espera. Vente conmigo-
-Mi espera: demolida por la expectativa.-
Suerte de ser palabras que no hacen ruido.
-Me duele el tiempo en los hombros.
Hay tanto que no he dicho que estoy ronco.
El profundo mar me arrastra, me revuelca, me envenena, me calla la boca-

II Deseo de presente (sueño en el letargo)

-Te quiero ahí donde ninguno está.
Donde la sombra es calma,
donde la tierra sabe a calor y a leche, donde el viento despeina mis complejos desnudándome.
En el tapanco me exilio para pensar en ti.
Encima de un árbol me recuesto.
La tierra me calienta y sé que respira el mar cuando enamoras. Van y vienen tus aguas si es que besas. Te mojas de rocío enfebrecido.
Nadamos juntos en el mar de tu sexo, a las dos, a las diez, a las 5:50.
Se hace agua el amor. Llega el verano, cambia de color su ardor candente: se apena en rosa, quiere en lila, cela en naranja, de blanco amanece.
La canícula de agosto no es tan seca, finalmente.

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