25 diciembre, 2011

Sinceramente:

Me gustaría llevarte a todas partes como mi cruz, mi amuleto, la imagen en la que pongo la fe, la idea de confianza, de amor, de protección. Me gustaría coincidir en el mismo espacio contigo, encontrarte en las miradas, en las risas, en el silencio, en humedades secretas…
Ya no puedo ser la ingenua que regalaba poemas. Ahora tengo que decirlo a los demás para ver si tú te enteras. Necesito fingir que no te busco para hallarte, para poner fin a la inevitable distancia que ponemos entre los dos, ambos para subsistir. No entiendo. Sigo sin entender.
¿De qué modo eres capaz de olvidarte, de olvidarme en ti? ¿cómo puedes hacer de lado todas esas sensaciones compartidas y aparentemente únicas? Cómo puedo ser una de las que eliges (porque estoy segura que no soy la única) y al mismo tiempo cualquiera con la que compartes? Cualquiera no aspira a llegar a ti. Y sin embargo, no llego, no alcanzo, soy Fulana.

Pareciera que hay una diferencia insondable que me aleja de ti y me mantiene expectante, atenta, atraída.

Y sin embargo, insisto, deseo encontrarte porque me reconozco en algo tuyo, a futuro quizá, a mi deseo me sabes, a mi anhelo de futuro con-tigo…Soy yo quien no se reconoce pero se interpreta, como se sabe qué hacer con un hijo o con un amante cuando nunca antes se ha tenido ninguno. Sé que esa calma parecida al letargo, al calor que adormila en el regazo de las madres me sabe a ronroneo, a domingo tranquilo, a fiera calma que lame a sus hijos.

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